martes, 22 de abril de 2008

No tengo recuerdos de mi fiesta de gala

El año con unos buenos menos momentos de experiencia, por no decir que ahora estoy más vieja, me encontraba cursando segundo medio en el colegio Las Marías. Al igual que todas mis compañeras de esa época, mis preocupaciones eran tan simples como resolver que ropa me pondría para la fiesta del fin de semana, tratar de estar con mi pololo el más tiempo posible y en el último lugar de mis prioridades estaban las labores estudiantiles.

Fuera de esos recuerdos tan amenos que guardo de la escuela, también se encuentran otros que no son tan gratos. Pero lo cierto que hay un acontecimiento particular que difícilmente podrán ser olvidados de la retina de mis ojos.

Como olvidar a Constanza, una chica extrovertida, dueña de un gran potencial de liderazgo. Esta chica era quien peleaba por nuestros sueños y era siempre la primera en exigir nuestros derechos. Ella era el personaje protagónico de esta historia y como todo lo bueno tiene su lado malo; la antagónica de mi sala de clases resultó ser: July Acosta, la profesora que nombramos inicialmente.

La maestra, la que enseña, la que educa; no resultó ser más que una mujer contenida en sus pensamientos retrógrados y conservadores. Fue ella quien nos quito el recuerdo de nuestra fiesta de gala tal como la habíamos soñado desde muy niñas.

Para explicar la situación anterior es necesario mostrar en que aspectos nos “jodio” con nuestra noche de despedida a esa primera etapa de aprendizaje.

En los pasillos, en el recreo, en la sala; él comentario obligado era discutir e imaginar como sería nuestra fiesta de gala. Muchas, por no decir la mayoría soñábamos con ir con nuestros pololos y desligarnos sólo por una noche de nuestros padres, para así sentirnos por esa velada como niñas grandes: jajaja. Discutimos sobre cual sería el menú, los tragos, el local… en fin todo lo que puede tener una buena fiesta y sobre todo porque era NUESTRA FIESTA.

Lo que nunca predijimos fue que nuestra profesora jefe en vez de guiar nuestros alocados pensamientos en cuanto a los preparativos, nos iba a desmoronar todos nuestros sueños para en lugar de ellos armar una fiesta a su pinta, con sus deseos sin ni siquiera preguntarnos si estábamos de acuerdo o no. Incluso prohibió el trago porque según ella nosotras éramos señoritas de bien y las señoritas de bien no toman.

Resultado final, ni nuestra querida y renombrada Constanza, presidenta del curso, pudo contra esta dictadura de la profesora que más malos recuerdos me dejo. Igual fui a la fiesta, pero con suerte cene. Me devolví a mi casa con él sabor amargo de que mi profesora jefe se había robado mi noche y la de todas mis compañeras

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