Cierto día en un establecimiento de la capital, más precisamente en el Instituto Superior de Comercio N2, había cierto curso con un profesor jefe como todos claro, pero este profesor tenía cierto gusto extraño por algo que comenzaré a contar desde acá.
Recuerdo claramente que siempre luego de ciertos recreos, luego de que los alumnos venían transpirados y cansados claro por los típicos partidos de fútbol, él se ponía en la puerta de la sala de clases a esperar, ¿el qué? Jamás lo supe con certeza hasta que un día en el cual no hice gimnasia pude apreciar claramente. Ese día había sido extraño puesto que como no había mucho que hacer y con mis manías de observar a la gente, me puse a hacerle honor a ella, comencé a observarlo detenidamente, observar sus expresiones, sus movimientos todo con una frialdad digna de mí claramente. Todo esto no fue cosa de un solo día, el principio de esta historia tiene que ver con el final de un largo periodo dedicado exclusivamente a él, quien por obvios motivos no diré su nombre si no sólo se llamará así tal cual, “ÉL”.
Comencé a tener este interés no porque sí, sino que hace poco tiempo había leído algo sobre las conductas de cierto tipo de hombres los cuales gustaban de sus iguales, o sea de gente de su mismo sexo. Primero que todo comencé con mis compañeros y que para mi desgracia uno de tres que asimilé con estas conductas poco sanas, por decirlo de alguna manera, era un amigo pero ese es otro tema, sólo me interesaba averiguar si mis nuevos conocimientos eran o no fundados hasta que un día me interesé en un profesor que tenía la mayor parte de los rasgos característicos que se describían en aquel libro.
Miraba detenidamente a mis compañeros, cuando podía y junto a eso siempre los tocaba ya sea abrazándolos, tocándoles el hombre y cosas así que jamás se verían mal si vemos esto en una imagen de un educador con un criterio formado, claramente por lo mismo pasaba inadvertido la mayor parte de las veces, y digo la mayor parte de las veces puesto que siempre escuché algunos comentarios quizás acertados de ciertos compañeros en las duchas sobre todo.
Así comencé a juntar información a seguirlo de vez en cuando, a preguntar a profesores de mi mayor confianza para ver y unir clavos sueltos con respecto a mi duda que más que duda había generado un gran interés ya en mí, que lo había hecho mío como un tipo de problema y enigma que quería solucionar de cualquier forma posible. Entonces comencé a tomar nota de sus actos, de sus expresiones y todo lo que tuviera que ver con él, habían veces en que pensé que estaba realmente obsesionado con el tema, pero era tan distinto a lo que yo tenía metido en la cabeza como un profesor que no podía evitarlo entonces me dejé llevar y comencé a hacerlo hasta que un día, miércoles para ser más preciso, comencé a darme cuenta de que algo no marchaba bien del todo. Acá continuaré lo que había dejado atrás hace un rato en donde se había terminado la práctica de futbol.
Ese miércoles nos tocaba educación física, el profesor nos había hecho trotar y correr muchas veces, había test de resistencia entonces estábamos la mayoría exhaustos. Terminaba la clase, eran si mal no recuerdo eso de las 13:30 y después de un día así siempre era bien recibido una ducha bien caliente para soltar músculos y botar toda tensión del cuerpo, entonces nos dirigimos hacía allá. A lo lejos sentí una mirada, pensé que quizás sólo lo imaginaba pero las ganas de mirar y salir de mi duda fueron tantas que sin querer ya tenía la vista pegada al segundo piso en donde ÉL nos miraba fijamente, sí tal cuál, ÉL estaba allí con sus ojos clavados en nuestro andar, me asusté lo admito, quizás fui el único que se dio cuenta de esto y por lo cual me sentía con más miedo aún sabiendo lo que todos mis compañeros ignoraban, entonces apresuré mi caminar a las duchas no sin antes percatarme de que ya no estaba, ÉL ya no estaba mirándonos, se había ido,¿a donde? No lo sé, sólo se que ya no estaba.
Tenía un mal presentimiento, desde la mañana había estado pensando en que quizás algo ocurriría ese día pero aún así fui a clases, estaba listo para tomar mi ducha, sin mi polera y ordenando mis útiles de baño mientras miraba a mis compañeros jugar como verdaderos niños a quien tenía su miembro más grande y cosas así, típicas de jóvenes lo cual no tiene nada de malo considerando la edad en que oscilábamos, hasta que de pronto alguien que no pertenecía a nuestro curso entró de improviso, era ÉL. No supe que decir, quedé perplejo ante su mirada libidinosa, era como si en aquel instante el tiempo se congeló por un largo rato ayudándolo en su depravación, así con eso nos miró detenidamente uno por uno hasta que de su boca salieron las siguientes palabras.
“Jóvenes por favor apresúrense que comenzará nuestra clase”. Con aquellas palabras se marchó lentamente no sin antes mirarnos una vez más, yo se lo que sentía, podía oler su depravación a lo lejos, siempre estuve seguro de que si uno de nosotros le diera chance de alguna cosa extraña él la tomaría sin dudarlo. Lo odiaba, no podía creer como un tipo así era mi profesor jefe, me daba asco sentir como se nos acercaba escondiendo aquel gusto aberrante hacia nosotros con tiernos abrazos y muestras de compañerismo, lo ¡odiaba! Más que a nada en el mundo.
Ese año jamás pasó nada, yo ya estaba convencido de su homosexualidad no tenía duda alguna, entonces daba por hecho y terminada mi investigación. Ese año me gradué y no volví a saber más de él, hasta que por esas cosas de la vida fui después de un tiempo largo a aquella escuela y hablé con ciertos profesores que me contaron algo que me dejó atónito. ÉL había abusado de un joven de primer año. No pude articular palabra alguna sólo un ¿Cómo fue? Que quizás jamás debí haber dicho.
Me contaron que sucedió luego de una práctica de ecuación física, el niño le gustaba quedarse hasta tarde en los camarines entonces se hizo el momento propicio para que aquella depravación saliera de su guarida y por fin consumara lo que tanto temí para mí y mis compañeros en aquel año.
Quizás debí haberlo previsto, quizás debí haber advertido a sus superiores, pero ¿quién era yo? Un niño cobarde que nada podía hacer más que observar, observar la aberración de la cual me sentí partícipe.
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