sábado, 3 de mayo de 2008

Lo dejaron todo por uno

Suele ocurrir que en los establecimientos educacionales sucedan eventos fuera de lo normal o ético, como por ejemplo: profesores que abusan de su poder ante los alumnos, maestros que se involucran sentimentalmente con los mismos, etc. y entre niños; aquellos que golpean a otros sin motivo alguno, las típicas niñas lindas que toda su vida escolar hacen sentir fea y mal a otras para sentirse mejor ellas. Pero también hay eventos en los cuales uno agrádese haberse encontrado con profesores que lo dejaron todo por uno, para apoyarlo en cosas injustas, o aquellos compañeros, con los cuales conociste lo que es la amistad verdadera, tanto así que hasta el día de hoy los ves. Estos problemas o circunstancias favorables todos los hemos experimentado alguna ves o hemos sido testigo de ellas, por lo cual ahora les comentare lo que más me impacto de mi vivencia en el colegio y de la cual fui testigo.

En mi colegio había un profesor de educación física que era muy guapo y joven, por lo cual tenia a casi todas las chicas del establecimiento enamoradas de él, puesto que aparte de sus atributos físicos era muy simpático y conversador con las alumnas, lo que hacia que alucinaran a diario con él. Esto le ocurrió a una amiga estaba enamorada de él, se pegaba a la ventana todas las clases solo para verlo, era tan increíble que parecía que le hubiese conectado un GPS al profesor, ya que siempre sabia donde estaba y lo que estaba haciendo. De esto debe haber transcurrido casi medio año y ya era demasiado, ella llegaba a soñar con él, y yo como buena amiga la escuchaba casi delirar todos los días por el profesor.

Paso ese año y comenzamos tercero medio, y ella volvió a lo mismo, suspiraba por él, lo soñaba etc. mi amiga estaba de cumpleaños en abril y no sabia que darle de regalo y como éramos muy amigas quería darle algo único y con sentido para ella, entonces no se como se me ocurrió hablar con el profesor y decirle que la llamara ese día por que iba hacer muy importante para ella. Llego el día de su cumpleaños y el profe la llamo, ella no podía estar más contenta, pero al encontrarse en la escuela creo que a él le gusto mi compañera y comenzaron a hablar más seguido, por teléfono, en el colegio, incluso por MSN, hasta que decidieron juntarse fuera del establecimiento para ver que onda había entre los dos.

Llegado ese día creo que fueron a comer y todo bien hasta que él le digo que fueran a su casa donde según me cuenta ella fue muy caballero y solo se dieron besos. Pero llego el momento de juntarse de nuevo y ese día tuvieron comieron, tomaron y llegaron a tener relaciones sexuales, y así siguieron como por dos meses, luego el nunca más la llamo ni se juntaron otra vez. Mi amiga estaba enamorada del profesor y estaba feliz por haber podido estar junto a él por esos mese, aunque no hubiese seguido su relación y por supuesto pensando que era la única, pero sorpresa fue para nosotras el enterarnos que ella era la numero siete aproximadamente, ya que este profesor acostumbraba a tener relaciones con niñas del colegio, dejando de lado su ética profesional y arriesgándose al despido por los actos que cometía.

Y así lo que para mi amiga fue maravilloso y en son de amor, para él solo fue una cita más como con cualquiera del colegio o de afuera, debido a que a él no le importaba eso, pero si tenia cuidado de envolver bien a las alumnas con las que él se involucraba para que no fueran a decirle a nadie y no poner en juego su carrera, por esta bien igual nosotras éramos un poco grandes aunque inocentes todavía en ciertos aspectos, pero quien nos dice que solo era con niñas de tercero medio y no también con de primero medio o más.

jueves, 24 de abril de 2008

Si lo encuentro alguna vez, puedo mirarlo sin problemas

Cada alumno tiene su historia y yo no soy la excepción a esto. Para mí, la mejor etapa en este rol fue el colegio. No puedo negar que cuando lo deje estaba muy emocionada y feliz pero, una vez que el tiempo pasó y noté que nunca más volvería me di cuenta que los mejores años de mi vida ya habían pasado y eso, me entristeció profundamente. A pesar de lo espectacular que me resultó el colegio, no estuve ajena a conflictos y situaciones críticas en él.

Mi enseñanza media la viví en un establecimiento de Maipú, al que llegué sin ninguna expectativa. Tuve mucho miedo de vivir un cambio tan drástico como el que significa pasar de un colegio femenino a uno mixto. Sin embargo, mi perspectiva cambió una vez que entre a clases y encontré ahí, a los mejores amigos de mi vida. Ahí crecí, entendí y aprendí muchas cosas que antes me eran desconocidas. Así como reí largas horas, otras tantas me las pasé llorando y tratando de superar una depresión de la que no me fue fácil salir. Esta misma razón fue la que provocó que mi ánimo se descontrolara y me llevara a hacer muchas cosas que no quería. Pero peor que esto, fue sentir que no tuve entonces el apoyo del director de mi escuela.

La primera vez que sufrí un ataque de nervios estaba en tercero medio. Ese día martes había amanecido de mal humor, me sentía pésimo y creía que el mundo se venía abajo. El día antes me había quedado hasta más tarde tratando de aprender bien las funciones y parábolas que entraban en mi examen. Sin voluntad me levanté para ir a dar una prueba de matemáticas para la que realmente, había estudiado mucho. A pesar de todo lo insoportable que fue el periodo depresivo, mis amigos me obligaron a darme fuerzas y me incentivaron a salir adelante. Por ellos especialmente, ese día martes me levanté igual. Cuando llegué al colegio comenzó la angustia y no pude controlar las lágrimas. Me pregunté porqué había llegado a eso, porqué no podía sentirme bien como antes. A los cinco minutos entro mi profesora con las pruebas impresas en la mano. Ella me conocía bien, sabía que yo no era mala estudiante y ese tiempo trató de estar apoyándome dentro de lo posible. Me preguntó si quería dar la prueba, si me senita bien. Parece que mi cara decía lo contrario. Mis amigos me miraron y me pidieron un esfuerzo; no podía defraudarlos después de todo el apoyo que me daban. Entonces respondía que sí, que me entregara la prueba porque no me sentía mal. A los diez minutos comencé a marearme y tenía la sensación de que me iba a caer. Finalmente, eso fue lo que sucedió. Me desmayé en medio de la prueba provocando el susto de mi profesora y mis amigos. No recuerdo más hasta que desperté en la enfermería del rpimer piso junto a mi mejor amiga. Le dije que no podía más, que sólo quería borrarme por un largo tiempo.

Al día siguiente el director me citó junto a mi apoderado; le pregunto a mi madre que me sucedía y porqué había reaccionado de esa forma frente a la prueba. Ella no tenía idea, no sabía que decir y estaba confundida. Entonces yo lo miré y le dije que yo se lo podía explicar bien. Hasta ese momento no había asistido a ningún siquiatra y no tenía ninguna válida explicación más que mi propio sentimiento. El director me miró y me dijo que no me creía nada; que de seguro había actuado así para no dar la prueba y aunque la profesora le contó que hace días andaba mal, eso no le pareció suficiente. El llevaba solo un mes dirigiendo el colegio y por lo tanto, poco sabía de los alumnos. No me puse en su lugar entonces, no podía comprender que desconfiara de mí y muy alterada abandoné su oficina. Entonces me siguió y me pidió que volviera y le pidiese disculpas. Yo no quería, no tenía el mínimo deseo de pronunciar lo que no sentía. Mi mamá se puso a llorar y se acercó a mí. Le pedía que no dijera nada porque no deseaba escucharla. Entonces llegó hasta nosotros el director otra vez y me ordeno volver con él a la oficina. Entonces lo escuche pero no pronuncié palabras. Revisó mis papeles y me amenazó con quitarme la beca si seguía comportándome así. También me dijo que estaba loca, que nadie en sus cinco sentidos reaccionaba así; yo lo miré otra vez, me sentí humillada y vacía. ¡Cómo alguien se siento con el derecho de diagnosticar de loca a una alumna! Pensé que él era un cobarde, porque en ese momento mi mamá ya no estaba y no había escuchado nada. Me fui otra vez a la sala sin dejar de pensar en las palabras de ese hombre. Eso me dejo herida y aún pero de lo que ya estaba. No le comenté a nadie lo sucedido y estuve todo el día muy aislada de mis compañeros.

Me diagnosticaron una depresión ansiosa a la semana siguiente. Fui con mis papales otra vez a ver a este hombre que me insultó. Le dije que no estaba loca, solo enferma pero que me sanaría. A pesar de que creyó en mi diagnostico se rió de, según él, “tener la razón” en lo que me había dicho. Entonces si que no pude tolerarlo y le advertí que saldría adelante igual, aunque existiera gente tan poco comprensiva como él. El altercado dentro de su oficina me irritó bastante; le levanté la voz y me respondió irónicamente. Entonces entro su secretaria y suavemente me pidió que no llorara más, que si sentía que ese hombre no estaba en lo correcto se lo informara al centro de padres.

La justicia dicen, llega tarde pero llega. El director alcanzó a cumplir cuatro meses en el colegio antes de ser destituido por los constantes reclamos de apoderados y alumnos por la poca psicología que tenía para tratar a los estudiantes y por lo irresponsable que fue con uno de ellos, especialmente, al que agredió físicamente.

Reconozco que no debí haber alzado la voz esa vez para pedir respeto y comprensión, pero vivir una enfermedad como esa no es algo fácil. La gente suele no comprender que la depresión es involuntaria; no se busca, no se planea, solo aparece desencadenada por una o varias razones en nuestras vidas. No quise realmente ese día dejarme prueba y caer al suelo, no quise hacer sufrir a la gente que me quiere tanto pero tampoco pude evitar que ese martes las cosas terminaran por explotar. Y a ese hombre, que no midió sus palabras solo le deseo lo mejor; yo me superé y el tiempo me dio la razón.

Anónimo

¿Dos más dos son cuatro?

Todo comienza en esa sala de clases a esa hora en que cualquier lugar es mejor que tu banco, son las 5 de la tarde y lo único que quieres es salir apuradita del liceo para poder saborear esas sopaipillas con mostaza que como todos los días le compras a la vendedora de la esquina, pero ahí estamos, esperando la llegada de la gorda de la de matemáticas, sí esa gorda que me califico con un 2,0 en la prueba pasada, que cuando pone un pie en la sala no vuela ni una mosca, ni siquiera te atreves a preguntar pues temes a su mirada analizadora que todo lo equilibra en números y operaciones. Pues bien hace su llegada y con esa enorme vozarrón comienza a pasar la lista. Se para y comienza a escribir los ejercicios matemáticos en la pizarra, luego pregunta: ¿alguna voluntaria? Silencio rotundo…un resfriado que arrastraba desde hace tres días me apunto como voluntaria cunado como comencé a toser…

-Gallegos, tal vez usted quiera hacer el ejercicio. Le respondí que no sabia y me dijo-no importa ahora aprenderás. Definitivamente no sabia como hacerlo, sus palabras entraban a mis oídos sordos y no podía interpretar los mensajes que de que emitía esa abultada boca, fue entonces cuando ella perdió la paciencia y dijo: ve a sentarte, si no sabes resolver un ejercicio tan simple jamás llegaras a la universidad. Y ustedes tampoco. Para la próxima semana haré una prueba en la cual tendrán solo dos posibilidades sacarse un 4 o un 7, será solo una pregunta, está de mas decir que deben estudiar.

Comenzó mi calvario matemático, estudie y ejercite durante los siguientes 5 días para preparar mi prueba, debía reivindicar mi imagen ante la gorda y mis compañeras, había quedado como una completa ignorante y eso me bajaba el animo y el autoestima.

Llegó el día del examen y junto a el yo y mis preparados conocimientos para el examen, ni siquiera había podido dormir bien durante esa noche y durante el día no deje de formular supuestos ejercicios en mi cabeza, ya eran las 5 de la tarde y mi profesora como era de costumbre aun no llegaba. Mis compañeras comenzaron a practicar y a comentar lo sucedido en la clase anterior hasta que de pronto la gorda profesora entra en la sala y deja en el banco su enorme cartera llena de chucherías típicas de una anciana ociosa.

-¿quien será la primera? Pregunta.

No se porque sentí que todas mis compañeras reobservaban pero lo corroboré cuando la vaca me apunto y dijo: ¿nuevamente usted gallegos? Por favor, pase, lo haremos rápido.

Con dificultad me desembarace de mi bolso y me dirigí hacia su banco tome asiento y puse mis manos sobre su mesa dispuesta a responder la pregunta que tanto había esperado. Ella me miro desafiante y por fin hablo:

Y qué? Lo logré pude resolver el ejercicio anote mi nombre y la pregunta en un papel, luego anoto mi calificación encerrando aquel siete en un circulo en lugar del nunca querido 4 y me dijo será la próxima semana cuando traspase las notas al libro de clases pues por ahora no tengo el libro. Que pase la siguiente voluntaria.

Que felicidad me había librado de la prueba, había salido airosa del problema y la próxima semana habría reunión de apoderados para examinar las notas parciales.

Una semana después llego en casa, recibo a mi madre que viene llegando de la reunión con mi profesora y me muestra el papel de las notas parciales, quise darle una ojeada casi por inercia al documento y es aquí cundo me encuentro con ese cuadro rellenado por un cuatro en lugar del 7 que por tantote esforcé, ardía en ira, pero me contuve sabía que tendría la oportunidad de arreglar el mal entendido con la gorda al día siguiente.

Viernes por la mañana me dirigí a primera hora a su oficina, me hace pasar y muy calmadamente le explico el problema, pero ella se altero y me dijo que no podía solucionarlo enseguida que ella estaba muy ocupada para solucionar algo que carecía de importancia, que lo veríamos durante la semana. Me entristeció mucho, pero espere hasta su clase. Y cuando se presento la ocasión insistí sin conseguir por parte de la gorda alguna solución. Ella me dijo que si no tenia pruebas de mi calificación yo no podía hacer nada, que la manera en como yo l había abordado era una falta de respeto a su tiempo y que esto sería una lección. No quiso revisar sus documentos y me quede con ese injusto 4.

martes, 22 de abril de 2008

Ultimo día nadie se enoja:

Ultimo día de clases, en el colegio de toda mi vida. Primero llegamos a este último día de clases que ya no eran clases, pero que de todas formas se deseaba ir. No se si por estar en el colegio, o por el carrete que se armaría después. El cuarto medio se encontraba todo afuera de la sala, viendo quien llegaba al colegio para poder darle jugo, lo que principalmente era tirarle una bombita de agua o molestarlo. Este juego se salio de las manos cuando unos compañero intentaron mojar al profesor jefe, el guatón Fernández, este era el típico chico guatón de todos los colegio, mas odioso que perro con tiña. Al que obviamente le llego una bombita de agua y termino todo mojado, el guatón se enojo poco y le dijo al que había cometido esta fechoría, que quedaba suspendido de las actividades que aun quedaban, llámese fiesta de graduación y graduación propiamente tal. ¿Que? pensamos todos, como tan mamón el guatón y picao de suspenderlo de todo por una bombita, y el último día de clases, que onda que se cree si nos atormento durante catorce años de vida escolar. Todo el curso empezó a molestarlo y decirle que no podía enojarse por tales acontecimientos, obviamente término por recapacitar y darse cuenta que lo que había hecho era demasiado de pendejo para él.

Pero esto no era todo lo que deparaba el ultimo día de clases, obviamente era el día en que ya nadie nos detendría, debíamos vengarnos de el peor compañero de todos, la vieja, el ser más detestable de todos, unas especie de señor Burns pero sin el poder monetario del burgués. Este ser, se había salvado de las bombitas, ya que se escondió en la oficina del guatón Fernández, si se escondió, detrás de el como una vil niña. pero quedaba una técnica milenaria para estos personajes de las alcantarillas, entre todos lo tomamos y lo llevamos en procesión hasta las duchas, donde lo metieron y la prenderían, jajaj termino siendo el mas mojado con zapatos y todo

La venganza de los cuadernos

Todo empezó en primero medio, cuando en un consejo de curso, hablábamos sobre la posibilidad de ir de gira de estudios, y nuestra profesora jefe propuso la genial idea de ir a Brasil. Entonces trabajamos mucho, con una comisión de aproximadamente 10 personas para juntar la plata para ir al viaje, porque dentro de este grupo, entendíamos que no podríamos ir si no nos esforzábamos por juntar el dinero. Vendíamos papas fritas y queques en las reuniones, y dulces en los recreos. Cuando habíamos llegado a tercero medio ya habíamos reunido una cantidad considerable, y llegó el momento de conversar sobre cómo lo íbamos a hacer para la gira, se hizo entonces la pregunta de cuál sería nuestro lugar de destino, y las compañeras con más plata se acordaron de la propuesta de la profesora y dijeron querer ir a Brasil, sin embargo, había que costear individualmente un pasaje y estadía que significaba casi medio millón de pesos. Como nosotras no podíamos pagar esa cantidad de dinero, propusimos la idea de ir a otro lugar que fuese menos caro, y nadie dio su brazo a torcer. Y nació así la rivalidad entre ambos bandos. Finalmente, las chiquillas que tenían más plata fueron a Brasil en enero, y nosotras, más unos compañeros que en total sumábamos aproximadamente 20 personas, fuimos a La Serena, en diciembre.

Al llegar a cuarto medio, la rivalidad se había hecho muchísimo más evidente, las compañeritas mala onda, exhibían los chiches comprados en Brasil, entre ellos, unos lindos cuadernos del país carioca. Tanto fue la arrogancia que un día, una de mis amigas decidió hacer algo para vengarse, entonces bosquejamos nuestro plan. Como salíamos a las una y media, decidimos volver a las tres de la tarde para asaltar uno de los casilleros y acabar con los maravillosos cuadernitos, recogimos unas piedras de la plaza para romper el candado, y nos fuimos a comer unos completos para no hacer tan ardua la espera. Cuando ya fue la hora indicada, volvimos al colegio y realizamos nuestro plan, con suerte incluso, porque no tuvimos que hacer uso de las piedras, porque el candado de la desdichada estaba abierto. Una vez que el cuaderno estuvo destruido, nos fuimos felices cada una a su casa. La venganza fue dulce, no nos pillaron, e incluso se hizo una práctica recurrente el asalto a los casilleros del enemigo, ahora sacábamos libros y cuadernos antes de las pruebas, y gozábamos con el sufrimiento de las pobres chiquillas a las que ya no les quedaba nada del bronceado… era muy entretenido. Hasta que las sospechas se hicieron muy grandes, y ellas estaban seguras de que éramos nosotras las culpables de las pérdidas, tanto así que hablaron con la coordinadora del colegio, que para su desgracia era muy amiga mía… Un día me sacó de clases y me preguntó si es que había sido yo y mi grupo quienes tanto mal habían hecho a las pobres chiquillas platudas, y apeló a nuestra amistad y confianza, sin embargo yo dije: “mis amigas primero, el pacto era callar hasta la muerte”. Negué todo y llegué a contarles a mis amigas que no las había delatado y que todo estaba bien, y decidimos terminar con nuestra larga venganza que duró más ocho meses, salimos invictas, y aún nos queda el dulce sabor.

Las señales de la vida

Aun lo recuerdo. Son esas cosas que te cambian la vida. Suele verse que nuestros caminos se vean interrumpidos en algún momento de la vida por esos sucesos, que en fondo no son más que señales que te manda Dios.

Estaba en segundo de Enseñanza Media. Tenía experiencia en psicoanalizar a los profesores, incluso antes que dijeran una palabra. Observaba sus gestos, sus movimientos, sus miradas, solo para saber con que disposición abordaba el ramo.

Por lo general, mi círculo de compañeros tenían comportamientos conflictivos. Los profesores eran su presa perfecta. Su psicoanálisis tenía otro fin…, buscar su punto débil para eliminarlo. Les encantaba ver que al otro día los profesores no llegaban, era una fascinación por perder clases y quedarnos en el patio sin nada mas que hablar.

Las clases de matemáticas, lenguaje, etc., no eran más que un festín acompañado por música y griteríos. Eran mis compañeros, aun los quiero.

Ese día llegaría la nueva profesora de Historia, - pobrecita, sabía que se iría al día siguiente, pero bueno, eran así.

Entró por la puerta de la sala, muy temprano, todos los ojos se centraban en la nueva presa. Tenía un aspecto hippie, con muchos accesorios y sus manos cansadas de sostener tantos libros. Pero llegó, y al girar hacia nosotros, mostró una mirada tan dulce que ni un león podría haberle hecho daño.

Luego de la llegada de “la profe”, como le llamábamos, todo cambió en nuestra aula, siendo los cambios conductuales los más importantes.

Cuando llegaba todos se les acercaban, pues siempre tenía una palabra para cada uno. Su escritorio se llenaba de mis compañeros. En el fondo siempre supo que lo único que necesitábamos era atención y cariño. Se comportó como una madre con nosotros.

Al llegar al Centro de Alumnos, la pedí como profesora asesora, pues, era muy sabia y una gran consejera. Nos hicimos muy amigas.

Un día, al comienzo del año, me contó que hace un mes estuvo a punto de morir, y que lo único que la aferró a la vida, era su hija y el amor por la docencia. Me contó que para ella, cada uno de nosotros era parte de su familia, quizás como sus hijos. Ella padecía de un cáncer mamario, que con el tiempo y luego de estar a punto de morir, lo expulso de su cuerpo. Lo expulsó por amor a la vida, a su hija y a su profesión.

Hoy todos la recuerdan, y coinciden conmigo en decir que nos cambió la vida. Mis compañeros no son los delincuentes que pensaron un día. Son hombres de trabajo y esfuerzo, pues, ella se los enseñó.

Hoy, quiero ser profesora, y la recuerdo…

La profesora nunca jugo fútbol en su vida?

Ocurrió en una tarde de verano, bajo todo el sol se enfrentaban dos cursos en la disputa de un valón de plástico. El juego estaba muy entretenido, ya que hasta donde me acuerdo íbamos ganando el encuentro gracias al golazo del negro Daniel, Cafu para los amigos.

El patio era todo bullicio y diversión, cada niño que existía en ese ambiente escolar hacia lo que le placía, que por lo general no era nada relacionado con el estudio.

Algunos jugaban a las escondidas otros al pillarse o a la pinta, pero nada superaba el jugo de hombres por excelencia, donde la elite de los más bacanes se veía las caras para ser el mejor, que no era otro que el que hacia más goles, que por el momento estaba ganando nuestro buen amigo Cafu. Pero ocurrió lo inesperado, justo cuando estaba por espirar el tiempo del encuentro y los íbamos a quedar con la victoria, un desajuste de nuestro portero que era el flaco Pablo Leiva, amigo Mac o Eté para los más cercanos, significo el empate tras cabezazo del guatón del otro curso, que no me acuerdo ni su nombre ni su apodo.

Bueno el encuentro estaba empatado y ninguno de los jugadores quería quedarse con el empate. El asunto que el auxiliar llamado o apodado Espejito, nuca lo supe con exactitud, miro su campana y dio fin al tiempo reglamentario. La verdad de todo es que nadie hizo caso de las campanadas y siguió el encuentro.

Todo iba viento en popa, nos estábamos acercando al gol de la victoria. Justo cuando estaba apunto de anotar ocurre lo increíble de esta historia. Se escucha un tremendo grito pidiendo en el acto el balón de plástico, que por entonces estaba en mis pies. Todo quedo en silencio, el juego se detuvo completamente. Al parecer el grito no afecto solamente el desarrollo del fútbol, ya que toda la atención del patio estaba fijada en la profesora antideportiva y yo, que por desgracia tenía el famoso balón entre mis piernas.

Fue entonces cuando me pidió el balón. Yo la pensé un buen rato, no era fácil conseguir otro y más pensando que quedaba otro recreo. La profesora insistió con otro grito aterrador, que le era muy común, y sin nada más que hacer decidí pasárselo con el mejor de los pases, que fue a caer justo en sus pies. Mala decisión, con esto ardió Troya, jamás pensé que la profesora lo tomaría como una ofensa. Roja de rabia se agacho para tomar el balón solo con la intención de arrojármelo en la cara, afortunadamente me agache a tiempo.

Nunca pude entender por que tanta rabia, esto me costo una citación al apoderado, una anotación en la hoja de vida y dos días suspensión en donde medite lo que hice pero no encontré razones de tanto alboroto.

Nota: Después la profesora salio madre del año en un antiguo programa de televisión que pasaba el mega y auspiciaba carozzi. En conclusión ese no era mi día.